RETORNO A LA PRESENCIALIDAD ¿CUÁL ES LA PRIORIDAD?

Al momento del retorno a las clases presenciales distintas miradas buscan establecer qué aspectos debieran considerarse como prioritarios en momentos en que el tiempo es escaso y las necesidades parecen haber aumentado. Cuando aún la pandemia y sus efectos siguen presentes en nuestra cotidianeidad, se debe decidir y surgen distintas opiniones que van desde quienes optan por la implementación de medidas y protocolos sanitarios, personas que promueven la “recuperación de contenidos”, hasta familias que prefieren prolongar la permanencia de sus hijos e hijas en sus hogares. Cada adulto desde su perspectiva, desde su rol, desde su responsabilidad. Pero ¿cuál es la prioridad para niños, niñas y adolescentes que estudian en nuestras escuelas?

 

La interrupción de las actividades escolares presenciales se ha extendido por un lapso tan extenso que es imposible que no afecte a estudiantes que tuvieron que dejar su mundo escolar, la interacción con sus pares, sus docentes y otras personas que forman parte de su vida estudiantil y asumir una realidad a veces carente de la seguridad y la retroalimentación que el afecto de ese, su mundo escolar, les otorga. Esto nos debiera hacer reflexionar acerca de cuáles son las verdaderas prioridades en este crucial momento.

 

Por una parte, directivos, docentes y profesionales deben decidir atendiendo, al mismo tiempo, a factores sanitarios, a los requerimientos de niveles superiores, al cumplimiento de indicadores de eficiencia institucional y a la demanda de ciertos sectores de la comunidad escolar que suelen manifestar preocupación por los aprendizajes no logrados. A partir de estas demandas y de la mirada propia, la escuela tiende a priorizar la “recuperación de aprendizajes”, con la ineludible presión y urgencia que significa para todo el sistema, para la comunidad escolar y, por supuesto, para cada estudiante.

 

Paralelamente, la familia debe decidir enviar, o no, a sus hijas e hijos a las actividades escolares presenciales. Cuánto temor e incertidumbre rodea a esta disyuntiva. Frente a esto parece relevante la información que entrega la escuela sobre elementos y protocolos de seguridad sanitaria. Esta, otorga una sensación de seguridad y confianza en los adultos que deben decidir en las nuevas condiciones en que se desarrolla o desarrollará la actividad escolar.

 

Pero, ¿Qué sienten nuestras y nuestros estudiantes?, ¿Qué necesitan?, ¿Cuáles son sus expectativas?, ¿Cómo, quienes formamos parte de la comunidad escolar, podemos ser más asertivos frente a esas necesidades?, ¿Qué tipo de aprendizajes se requieren luego de una experiencia tan profundamente traumática y extensa como la que aún vivimos?

 

La implementación de estrategias y acciones de contención socioemocional es clave en esta etapa en que transitamos desde el trauma. Es imprescindible abordar este aspecto de la manera lo más profesional e informada posible, partiendo por una reflexión activa al interior de cada institución educativa, conociendo elementos e implicancias de un enfoque que releva la contención socioemocional, dialogar sobre ello, aprender a practicar la escucha activa y respetuosa, para entregar la voz a quienes necesitan expresar sus emociones.

 

Es importante contar con el apoyo de profesionales del área de la psicología que orienten la reflexión profunda y la conduzcan hacia la conformación de una escuela contenedora. Desde aquí, la comunidad escolar podría transitar hacia una convivencia distinta, donde cada niño, niña y adolescente esté al centro, en el lugar que siempre debe estar, siendo escuchado, compartiendo experiencias, jugando a ser feliz, sintiéndose seguro de su entorno, experimentando el placer de contar con una red de afectos, de personas que le valoran y le impulsan a crecer.

 

¿Es importante que las escuelas implementen protocolos, acciones y elementos de seguridad frente a la situación sanitaria? Eso es indudable. Sin embargo, siento que es urgente convertir nuestras escuelas en espacios de segurización que confieran también seguridad emocional, porque ya no es suficiente reconstruir ese mundo escolar que existía antes de las crisis; la necesidad actual es mayor.

 

No basta con que la escuela, en respuesta a los lineamientos del Mineduc, implemente momentos de contención emocional. Son necesarios e imprescindibles, pero no suficientes. Las necesidades son mayores. Cada estudiante debe aprender a reconocer y gestionar sus emociones en una escuela contenedora. Cada espacio, cada rincón, cada acción, actividad, clase, material didáctico, juego y taller; todo el currículo escolar debiera estar orientado hacia la contención socioemocional, hacia el aprendizaje de habilidades que favorezcan la resiliencia. Niños, niñas y adolescentes necesitan otros aprendizajes. Unos que les devuelvan la confianza en sus propias capacidades, que les permitan poner en valor su potencial en un sentido integral. Unos que les permitan volver a soñar. Cada miembro de la comunidad escolar y especialmente cada estudiante, debe sentir que pisa en terreno firme, que experimenta la comodidad y el confort de un ambiente protector, respetuoso y amable.  Así, podríamos transitar hacia una escuela que ve a sus estudiantes como lo que primero son: niñas, niños, adolescentes. En segundo lugar, son estudiantes. Trabajemos por su desarrollo integral, su bienestar, su felicidad y no solamente por su capacidad intelectual, su rendimiento académico o su calificación.

 

Esta perspectiva se orienta hacia un aprendizaje libre, espontáneo, autónomo y feliz, con oportunidades para compartir, aprender y enseñar entre pares, con mucha participación y protagonismo, con espacios para crear, proponer, opinar, construir, equivocarse, acertar, corregir, mejorar, autoexigirse. Una escuela que desafía y no impone, que promueve esa curiosidad que lleva a la exploración y desde allí a la creatividad. Una escuela que canta porque la música, así como todas las expresiones del arte, es fundamental para la resiliencia. Una comunidad que canta, que pinta, construye, crea, juega, expresa, respeta, opina y comparte. El aprendizaje es inevitable.

 

Siempre aprendemos, en cualquier circunstancia, lugar o momento. Pero en este, especialmente en este, debemos reflexionar sobre qué necesitan aprender nuestros niños, niñas y adolescentes. ¿Qué tal si orientaremos nuestros esfuerzos a implementar las condiciones para que aprendan a ser personas felices?

 

 

ALEJANDRO LAGOS FUENTES

Profesor / Coordinador Escolar PROENTA-UFRO de Galvarino