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Columna de opinión: Formación educativa y liderazgo, un rol transformador en un entorno cambiante

“Las escuelas y los sistemas educativos reflejan una porción de la realidad que vive una sociedad, en sentido local y global. Es así, como en la actualidad enfrentamos nuevas exigencias y crecientes transformaciones, con desafíos multidimensionales asociados al dinamismo de diversos ámbitos, como las ciencias, la salud y nuevas enfermedades, la economía a menor y mayor escala, la migración y las relaciones internacionales. También, el avance del cambio climático y sus efectos en el desequilibrio de ecosistemas, la rápida transformación tecnológica y, por tanto, la modernización de procesos industriales y tareas cotidianas que, en su mayoría, facilitan la vida diaria de las personas, pero sin duda tienen un evidente impacto en rubros, oficios y ocupaciones que van quedando obsoletas o desvalorizadas, incluidas las expresiones artísticas y audiovisuales que no han estado ajenas a los efectos de la inteligencia artificial, como por ejemplo la ilustración, la escritura creativa y el dibujo.

En este escenario y más que nunca antes, la relación con las comunidades que forman parte del entorno de una organización escolar (entre ellas las familias, los servicios públicos, gobiernos locales y todos los elementos que influyen en las condiciones del espacio educativo, es decir, su contexto) son de vital importancia para abordar una formación educativa con sentido de realidad, acorde a las características, oportunidades y necesidades de cada territorio, entendido éste como el espacio o “sistema” donde ocurren las relaciones sociales, culturales, laborales, formativas y económicas más inmediatas al espacio educativo.

Lo anterior, no sólo en términos de legitimar a las instituciones educativas como el lugar principal donde se espera que las y los estudiantes aprendan para alcanzar el máximo potencial de su desarrollo cognitivo y valórico, sino también entendido el espacio educativo en su rol transformador para anticipar, planificar y construir una visión compartida de sociedad, con sus respectivos nuevos liderazgos, oportunos a los desafíos de cada época.

Para que ocurra dicha coordinación, tal como se ha señalado en diversas teorías en las últimas décadas, sea posible la mejora sostenida en los resultados de la formación educativa, es clave el rol del líder escolar, entendido desde un enfoque de liderazgo sistémico que lo sitúa como orquestador de procesos colaborativos, capaz de leer y comprender la realidad, involucrando de manera horizontal diferentes miradas que puedan enriquecer las metas compartidas, fomentando la participación, el compromiso e involucramiento de todos los actores que considere pertinentes desde una mirada inclusiva e integradora.

El liderazgo, la formación continua de profesores y profesoras, así como también la pertinencia curricular sujeta a variables del contexto local y global, son factores claves para moldear una visión estratégica de la educación en tiempos de cambio, donde las voluntades individuales, el conocimiento técnico y el compromiso colectivo por avanzar en equidad, parecieran ser una vía hacia un desarrollo en armonía para las personas y sociedades, para el planeta y su diversidad de ecosistemas.

Es fundamental, en pleno siglo XXI, formar liderazgos pedagógicos innovadores y democráticos, sensibles a las voces, características e intereses de las y los estudiantes dentro de un contexto, capaces de validar los saberes de niñas, niños y jóvenes, visibilizando sus actividades cotidianas, brechas socioeconómicas y también la riqueza de sus diversidades culturales; sólo así, tal como lo respalda la evidencia, es posible incidir no sólo en la motivación escolar y el mejoramiento de aprendizajes, sino también en la retención, asistencia a clases, convivencia escolar, bienestar integral y, principalmente, en la capacidad de niñas, niños y jóvenes de otorgar un sentido al aprender, para participar activamente y con otros, desde la capacidad de hacer preguntas, investigar, comunicar respuestas y pensar de manera crítica, con una curiosidad constante, determinación y agencia personal necesarias para intervenir en los fenómenos que despierten su atención, con espíritu de liderazgo desde la primera infancia.

El liderazgo en educación nos invita, hoy en día, a pensar desde lo común, a mirar con una perspectiva amplia los fenómenos globales y a leer la realidad con perspectiva local, articulando actores (públicos y privados), sectores y disciplinas para abordar, desde la formación educativa, los intereses, habilidades y necesidades educativas de los estudiantes, así como también, los anhelos de una mejor sociedad”.

Mg. Gloria Carimán Huenufil

Directora regional del Instituto Nacional de la Juventud

Alumni PROENTA y UFRO

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