Columna de opinión: Altas capacidades y adolescencia: Salud mental, un llamado a la reflexión y a la acción

La transición a lo largo del ciclo vital es un camino lleno de desafíos y descubrimientos, pero es en la adolescencia, cuando suceden una serie de transformaciones físicas, emocionales y sociales que traen consigo, el modelaje para el funcionamiento psicológico futuro.

Para las y los adolescentes con altas capacidades, esta etapa del desarrollo puede ser especialmente desafiante. En nuestro país, la realidad de estos jóvenes es compleja y, a menudo, pasa desapercibida, no sólo en el ámbito educativo, sino que muchas veces también, en el ámbito de la salud mental.

Los adolescentes con altas capacidades suelen destacar por su motivación por el aprendizaje, un elevado desarrollo del pensamiento crítico, alta curiosidad intelectual, destacada gestión de la memoria y fluencia creativa; sin embargo, esta singularidad puede conllevar un gran peso emocional que muchos de ellos y ellas tardan en procesar, expresar e incluso resisten en pedir apoyo oportuno y que, en muchos casos, sus entornos cercanos desconocen o deslegitima.

Se ha estudiado que, en algunos casos, los adolescentes con altas capacidades pueden experimentar el fenómeno de “desajuste social”, el cual refiere a la percepción de que sus habilidades excepcionales no encuentran un correlato en su entorno próximo, generando sentimientos de desajuste identitario, soledad, ansiedad y, en ocasiones, dificultades en el estado de ánimo. La falta de un espacio de referencia que impulse su desarrollo integral, puede llevarles a una desconexión con sus pares, dificultando la formación de vínculos significativos necesarios para el desarrollo socioafectivo propio de la adolescencia.

Por otra parte, muchos adolescentes con altas capacidades a menudo sienten que deben cumplir con expectativas elevadas autoimpuestas y/o ajenas, lo que puede resultar ser una presión insostenible si no es conducida y acompañada oportunamente por profesionales.

Al ser el contexto educativo donde los niños, niñas y adolescentes pasan la mayor cantidad de horas de sus días, por varios años de sus vidas, las escuelas y liceos tienen mucho que aportar en la promoción y prevención en salud mental de sus estudiantes. Por ejemplo, desde el diseño y ejecución de un enfoque educativo inclusivo que contemple la diversidad de habilidades y promueva un entorno seguro y apoyador; la oportunidad de actualización y capacitación a los equipos educativos (directivos, docentes y asistentes de la educación) en la identificación y atención de necesidades educativas de todos y todas; así como la responsabilidad de fomentar un clima escolar que valore la diversidad y permita el desarrollo de vínculos saludables entre las y los estudiantes, involucrando también, a sus familias.

Por su parte, y en su rol de formadores, padres y cuidadores deben recibir información sobre las características específicas y necesidades de sus hijos e hijas con altas capacidades, así como herramientas para apoyar su bienestar emocional. Construir un vínculo de confianza, escucha activa, comunicación abierta y el establecimiento de redes de apoyo pueden ser fundamentales para prevenir el aislamiento y la ansiedad.

En conclusión, la salud mental de los adolescentes con altas capacidades es un tema que merece atención. Necesitamos un cambio de paradigma que reconozca y valore la complejidad de sus experiencias y la importancia de apoyarlos en su desarrollo integral. Solo así podremos construir una sociedad realmente más inclusiva y comprensiva, donde cada joven, independientemente de sus capacidades, tenga la oportunidad de florecer y alcanzar su máximo potencial, contando con apoyos y orientaciones oportunas y ajustadas a sus necesidades.

Mg. Rocío Maturana Ahumada
Unidad Psicoeducativa de PROENTA UFRO