Opinión: Estudiante egresado 2021 Benjamín Guala

“Buenas tardes a todas las personas presentes. Al igual que mi compañera, siento un profundo honor y orgullo de ser quien represente a través de mis palabras a esta generación de estudiantes en este importante día y solemne acto. Creo que las décadas, los años, los meses y los días, incluso parte de la vida misma, puede estar marcada por solo un segundo, un segundo en que todo cambia, un montón de emociones, de sentimientos pueden llegar en aquel instante único, el amor, la tristeza, la rabia, la perseverancia, los sueños, las desilusiones y la felicidad. Pero, así como los sentimientos llegan, algunos momentos, etapas y vivencias nos dejan y parece hasta casi violento como la fuerza de un solo segundo puede cambiarte la vida, puede tomarte desde donde estás y dejarte en algún lugar completamente distinto y hoy estamos viviendo uno de esos instantes.

Cuando miramos atrás y todo parece un sentimiento efímero y miramos al futuro que se acerca con una fuerza enceguecedora, creo que es este instante tan único y todo lo que se esconde detrás de aquel segundo, lo que también, me hace sentir honrado de estar dirigiéndome a ustedes el día de hoy.

Ingresé a PROENTA cuando tenía once años y como para la mayoría de las personas que ingresan a este programa, parecía un desafío inmenso, seguir en clases las tardes de los viernes y levantarme temprano los sábados, además, enfrentarme a un mundo completamente nuevo que de principio no entendía mucho, porque de partida, poder elegir lo que yo quería aprender, era algo inédito, el espacio físico era distinto. Las personas eran distintas, las clases eran distintas, y eso tal vez, causaba un poco de miedo, pero pasaban las semanas y empezábamos a reconocer nuestros rostros, nuestros nombres, nuestras voces, conocíamos las salas, los patios, los profesores y profesoras y este lugar comenzaba a sentirse nuestro. Comenzábamos a sentir que éramos parte de esto y ese último sentimiento es invaluable y cuesta explicarlo porque, sentirse en sintonía y una parte más de esta familia, es algo de lo que uno no se da cuenta inmediatamente y es parte de un largo listado de cosas por las que hoy existe gratitud a este programa.

Sentir que nuestras voces eran escuchadas, que no había que adaptarse, sino que en base a lo que pensábamos; a veces el programa se adaptaba a nosotros, ya sea mediante encuestas, conversaciones u otras instancias y uno en el momento no lo entendía de esa forma. Tal vez éramos muy chicos para entenderlo, muy inmaduros o tal vez simplemente no pensábamos en eso, porque estábamos haciendo otras actividades que acá se nos ofrecían.

Este programa, es el lugar donde hoy albergan algunas de mis añoranzas, algunos de mis más gratos recuerdos, amistades, lecciones y experiencias. Fluir y moverme a través del aprendizaje me permitió soñarme a mí mismo, mirarme en diferentes lugares y así a muchas de las personas que hoy nos acompañan.

Acá podíamos ser científicos, físicos, biólogos, podíamos debatir, trabajar desde nuestro pensamiento crítico, aprender otros idiomas, historia, ir a las matemáticas, hasta ser parte del teatro y del circo o dejar volar nuestra imaginación mediante la pintura o relajarnos con el yoga, un montón de actividades, que a veces, en las ferias de todos los años para elegir cursos, nos dejaban en encrucijadas difíciles de resolver, ¿en qué curso me inscribo? ¿qué me sirve más? ¿cuál se ve más entretenido?, leyéramos los resúmenes o nos quedáramos solo con el título, siempre existían las dudas.

Y después de ese proceso, y después de un año escolar completo, llegaba enero y junto a él, PROENTA verano. Las mañanas soleadas, el calor, las conferencias, la euforia y adrenalina que teñían nuestros pasos cuando corríamos incesantemente para llegar a los almuerzos, más aún si era un miércoles. Recuerdo con claridad que ese día en específico, el menú llenaba de entusiasmo a cualquiera que lo escuchara y luego, descansar para entrar a las salas nuevamente, sentados o recostados debajo de la sombra de un árbol, para luego más tarde, disfrutar de las actividades culturales o saltar, correr y jugar en las actividades deportivas, que en el último día culminaba en una guerra de agua.

Siempre que pienso en estas actividades, me viene a la cabeza un recuerdo de esos días culmines de las semanas de verano, un año que al final de las actividades, hicimos una ronda alrededor de uno de los aspersores de agua de la cancha, riéndonos, saltando, todos nos dimos la mano y debo de decir, que no conocía a la mayoría, casi a la totalidad de las personas que estaban ahí, pero me sentí en sintonía, reí, grité, hasta me saqué fotos con gente que no conocía. No me sabía sus nombres, nunca los había saludado y desde la perspectiva de ellos tal vez sentían lo mismo, no sabían mi nombre, nunca me habían saludado y reflexionándolo.

Tal vez es esa una de las razones por las que me gustaba tanto estar en el programa, porque sentía que era parte de algo similar que todas las personas que estaban acá, en un espacio que también era de aprendizaje, un entusiasmo desbordante que no cesó ni siquiera cuando tuvimos que dejar de mirarnos a los ojos para poder cuidarnos mutuamente y las actividades del programa se trasladaron a las pantallas y a nuestros hogares.

En siete años de estadía, son muchos los recuerdos, no caben todos en un discurso, son muchos los aprendizajes, muchos las experiencias y personas que nos marcan y es aquí donde quiero detenerme, ya que en la lista de personas que marcaron mi paso por PROENTA existe alguien que tiene un lugar especial en mis recuerdos, alguien que no solo dejó su huella en los recuerdos de este programa, sino que en gran parte de mi vida, mi compañero de desayunos los sábados en la UFRO, una sopaipilla con kétchup, y un café, aún me acuerdo porque, siempre pedíamos lo mismo.

Y cómo olvidarlo, si coincidíamos en todos los lugares. Partimos juntos en kinder, en el mismo establecimiento educacional iniciamos nuestra enseñanza básica. El año 2014 nos llegó una invitación a un programa de la Universidad de la Frontera, teníamos que dar una prueba para entrar. Ese día sábado en la mañana llegamos al furgón que nos traería a la UFRO a rendirla. Recuerdo que un caballero de otro colegio preguntó “¿Trajeron todos su carnet?”, y adivinen quienes fueron los únicos dos que no lo llevamos, sí, ese día, siete de la mañana, el mismo caballero que hizo la fatídica pregunta, nos pidió que bajáramos del furgón, porque no nos iban a dejar a entrar a la prueba y ahí quedamos, parados en medio de la vereda, yo, con mis ojos llenos de lágrimas y las ilusiones rotas de poder entrar al famoso PROENTA, miro hacia el lado y estaba él y me dice, “Benja, quedamos abajo”.

Luego de un par de hazañas, pudimos dar la prueba y del colegio en el que estudiábamos, fuimos los únicos seleccionados para entrar al programa. El 2016, ambos decidimos cambiarnos de colegio y lo que podría ser parte de una coincidencia casi milagrosa, quedamos en el mismo curso. De tres cursos, quedamos en el mismo; lo mismo pasó con la enseñanza media, nos fuimos al mismo liceo y de cinco cursos, quedamos en el mismo.

Mi compañero y amigo, José Ignacio Castillo Garrido, nos dejó en marzo del 2021 y es desde esa fecha que reflexiono cada memoria, cada momento que pasamos, cada anécdota cómica, y quiero ocupar este espacio para poder recordarle, para rendirle homenaje, porque su paso por este programa no nos puede dejar indiferentes. Su optimismo, su energía, su entusiasmo, sé lo mucho que él quería este programa y sé que él también ocupa un espacio reservado y especial en los recuerdos de sus amigos y amigas acá y sé también que el dejó su marca en el programa a través de una beca y me parece una buena representación de su persona.

Este programa nos encendió una luz interna a cada uno de nosotros y en el caso de él, esa luz trascendía y estoy seguro que él la compartía con el resto, a través de gestos tan pequeños como incluso lo es una sonrisa.

Y antes de terminar con esto, quiero tomarme la atribución de darle las gracias a este programa, por todo el apoyo que me entregaron durante esos días difíciles y por ser el abrazo que tal vez no encontré en otros lados, muchas gracias.

Estimada generación 2021, hoy dejamos de ser estudiantes del programa y pasaremos a ser egresados de PROENTA UFRO. Hoy nuestra participación en el programa comienza a concluir y sé que tal vez, hoy día nos cueste un poco más irnos a nuestras casas.

En lo que respecta a este discurso, no queda más que decir que gracias, gracias por compartir en las aulas, gracias por ser parte de esta historia, gracias a los profesores y profesoras por cautivarnos con sus enseñanzas y por mantener el programa andando.

Gracias al equipo PROENTA por hacer de esta una experiencia diferente e inolvidable, gracias a los apoderados y apoderadas.

Espero, queridos compañeros y compañeras, que todo lo que añoren, todos sus sueños y aspiraciones se hagan realidad, que seamos empáticos en nuestro andar por la vida.Espero que sean personas felices y plenas, puede que nuestra estadía termine hoy, pero la gratitud a este programa, a PROENTA-UFRO, durará por siempre.

Muchas gracias”.

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